lunes, 26 de noviembre de 2007

lunes, 19 de noviembre de 2007

El amor

asándonos en que el punto 1 es cierto, cuando estamos frente a una determinada situación podemos separar los elementos que la componen. Por ejemplo si vemos una película y decimos que nos encanto, será por la actuación, la dirección, producción, efectos visuales y sonoros, la historia, el guión, es decir que si nos gusta todo ello entonces podríamos decir que "yo amo a esa película" o "me encanta esa película". Preferimos decir amor a ideas o personas, en algunos casos "amo a mi guitarra", "amo a mi computadora", etc. Por lo general se dice en ideas a "amo a la ciencia", "por amor al arte", "por amor a la vida". Entonces el amor sucede cuando un determinado objeto es presenciado, y proseado, por nuestra personalidad y son separadas sus propiedades. Cada propiedad despierta un sentimiento y la combinación de dichos sentimientos producen al amor. Se puede decir que la combinación de las propiedades, que forman al objeto, es lo que despierta al amor.

Ahora si el punto 1 de este análisis no es cierto de todas maneras estaríamos llegando a que el amor es generado por un objeto que tiene determinadas propiedades, y sus combinaciones despiertan al amor, casi la misma definición que la anterior por mas que las concepciones sean diferentes, pero se basan en lo mismo.

Una de las concepciones que quiero citar sobre el amor es la descubierta por Friedrich Nietzsche. El creía que el amor se llegaba cuando se intenta abarcar el bien con su totalidad hacia algo y no se consigue, "un desbordamiento hacia algo ilimitado" decía el filósofo alemán. Entonces de esas propiedades que hablamos, las del objeto que nos atrae, no podemos, por más que hagamos el esfuerzo, tratar de abarcar nuestro bien en su totalidad. Además, Nietzche dice que cuando amamos juntamos todas las mejores propiedades de las cosas mas maravillosas y perfectas que consideramos en el mundo, y como estas son similares con el objeto es considerado como esa cosa maravillosa, ese algo perfecto.

Estas afirmaciones llegan a la conclusión de que los sentimientos nos engañan, y siempre lo han hecho y voy a demostrárselos mas adelante. Y demostrare también que gracias al razonamiento se ha llegado a los progresos científicos y por ello también el hombre ha progresado. Y progresaremos en una filosofía de amor real, un amor perfecto.

la afectividad

Afectividad Espiritual
Afectividad Psíquica
Afectividad Corporal
Cerebro y afectividad

Son muy interesantes los estudios sobre el cerebro del último siglo, aunque los científicos son conscientes de que queda por saber mucho más de lo que se sabe. Sirva como dato que el cerebro tiene 100 billones de neuronas y cada neurona tiene aproximadamente 10.000 conexiones (sinapsis) con otras neuronas formando unas redes muy complejas, que además tienen plasticidad, no son rígidas, son cambiantes. Los estudios sobre las zonas cerebrales fueron muy interesantes, pero ya se está mucho más lejos, como veremos. La afectividad es una parte muy importante de estos estudios, aunque no es fácil distinguir cuando el espíritu afecta a la psique y al cerebro y cuando es el cerebro el que afecta a la parte superior del espíritu, pensamiento, voluntad, amor, captación de la belleza y libertad.
La afectividad espiritual, la psíquica y la corporal.

Con lo que hemos dicho se puede hacer una distinción que nos parece importante entre afectividad espiritual estrictamente Ae, afectividad psíquica Ap, y afectividad corporal Ac. Delimitar lo más posible estas tres emociones ayuda, pero el problema es que hasta las más corporales como puede ser el terror se manifiestan como algo inmaterial y se sienten como estados del alma (ánimo), o de conducta con la que se hace fácil la confusión entre si la emoción, el sentimiento o la efectividad es moral (acto humano) o no lo es (acto del hombre). Además el lenguaje favorece la confusión, pues se suele utilizar la misma palabra sea cual sea el origen.

Ciertamente “los grandes sufrimientos y las grandes alegrías se experimentan en las profundidades del alma; son algo que nos conmueve y nos hace vibrar en nuestro interior. Cuando el alma que los experimenta permanece tranquila y firme (no porque sea «insensible», sino viviendo esos estados en toda su profundidad), demuestra que en su intimidad posee algo que le permite hacer frente a todo lo que «se le venga encima»: en esto estriba lo que suele denominarse «fuerza anímica»”[1].Es cosa clara que una emoción corporal influye en lo más alto del espíritu, y viceversa una emoción espiritual mística afecta al cuerpo. Esto se ve muy claro en las descripciones de los éxtasis de Santa Teresa de Jesús. Por ello voy a intentar una distinción que favorezca el entendimiento.





Las interrelaciones son múltiples por ejemplo Amor espiritual, lleva al deseo psíquico y a la conmoción física. La alegría disminuye el terror, el asco y la ira. Y al revés el terror, produce ira y tristeza, y también puede desconectar el espíritu de la parte superior del hombre. Es conocido el efecto de la disciplina militar incluso en personas muy autónomas e intelectuales. Por otra parte si una persona ve que está en un ataque de agresividad está a tiempo de encerrarse, o tomar una medicina, es decir, de controlar la espontaneidad corporal. Si el instinto sexual está muy activo y despierto hasta la irracionalidad y quedan fuerzas espirituales se puede controlar los sentidos externos, los lugares donde se acude, etc. Los cuadros añadidos en la presentación señalan una posible interrelación de estos tres afectos.

Una racionalidad de control perfecto no parece posible con mecanismos, pero algo sí es posible. Este control libre se llama virtud, ser enamorado, etc. En resumen diríamos que se trata de vivir un orden de lo superior a lo inferior. El espíritu manda políticamente sobre el cuerpo y de habituarse al control del cuerpo por la ascesis para que la espontaneidad no destroce el actuar libre de la persona, como es el caso de los drogadictos, alcohólicos, vagos, obsesos sexuales etc. “Por ejemplo, una gran alegría inesperada es algo que posee un sentido puramente espiritual, y de suyo no tiene por qué ir acompañada de fenómeno o manifestación corporal de ningún tipo: podemos perfectamente atribuir una alegría como ésa a un ser puramente espiritual que no guarde relación alguna con lo corporal. En cambio, es propio de un hombre enrojecer o palidecer «de alegría»